Dentro de la situación de pesimismo generalizado, en la que durante 7 largos años hemos estado inmersos, han comenzado a aparecer algunas noticias positivas que nos animan a pensar que el final del túnel está próximo.
Periódicamente nos dicen que hay que revisar al alza nuestro PIB, nos cuentan que se esperan años de bonanza para nuestra economía, que vamos a crear no menos de 400.000 puestos de trabajo/año, etc.
Cuando nos quedamos un tanto escépticos ante tales proclamas, nos dicen que el problema es que nos hablan de la macroeconomía y que ya se notarán en algún momento del futuro estos efectos en la economía doméstica, más real para el ciudadano de a pie, pero más lenta. ¡Vaya por Dios!.
Bueno, confiemos y pensemos que hay que merecer, como decía una de las canciones de mi juventud, pero no termino de ver yo las cosas de manera tan clarividente.
Por referirme a un tema concreto, base de todo ese cambio que nos anuncian, se está produciendo una fuerte confusión en el colectivo de personas que buscan empleo y que siguen estando por encima de los 4.500.000. Sí, ciertamente sigue habiendo muchos ceros en esa cifra.
Curiosamente se están produciendo algunos hechos significativos que están cambiando ciertos paradigmas que, durante la crisis, parecían inamovibles. La fórmula > 50 años < empleabilidad está cambiando . Por diversas razones, que ya comentamos en otro artículo, las empresas en este momento se centran más en el «saber hacer» que en el «poder hacer».
O lo que es lo mismo, miran más la experiencia que las competencias de comportamiento; no quiero decir que éstas carezcan de importancia. La empresa contrata especialistas y éstos vienen avalados por la experiencia y ésta se consigue, fundamentalmente, con la edad.
Esto quiere decir que este colectivo tiene perspectivas de colocación en el corto plazo. Mira que nos ha costado darnos cuenta que el talento es como la energía, no desaparece, se transforma. Queda, no obstante, una segunda derivada que se refiere al tipo de experiencia.
Las empresas siguen cerrando, demasiado a mi entender, los perfiles y en aquellos puestos que no son transversales se pretende que vengan del mismo sector, la misma actividad, parecidas competencias, mismo puesto de trabajo, etc.
Ahora bien, ¿qué pasa con el otro grave problema que tenemos, el de los jóvenes sin empleo?. En la última EPA de 2014, el 51,8 % de jóvenes menores de 25 años estaban en paro. Según la necesidad de contratar especialistas que tienen las empresas, debería ser suficiente para hacer bajar este porcentaje, teniendo en cuenta que son capaces de suplir con amplísima formación, de la que disponen en muchos casos, la escasa experiencia que pueden aportar.
Pues no. De momento valoramos mucho la formación, la pléyade de coachs que hay en el mercado nos siguen aconsejando que los jóvenes se formen, las Administraciones Públicas siguen haciendo planes de empleo juvenil basados, esencialmente, en la formación, no hay orientador que se precie que no aconseje aumentar la formación. Pero, por alguna razón, la fórmula jóvenes > formación > empleabilidad, no se termina nunca de asentar en el mercado.
¿No será que falla el modelo? ¿No será que las empresas deberán tener un arrebato de espíritu de riesgo y empezar a contratar no sólo realidades con mucha experiencia y alta motivación, sino también a potenciales con buena formación y mucho entusiasmo?
Los jóvenes son el futuro, pero deberemos dejarles a ellos que lo construyan, ¿o no?. No solo se trata de resolver únicamente esa cuestión, sino que también deberemos empezar a confiar en la capacidad de transferencia de los conocimientos de unos sectores a otros y de unas actividades a otras, que las personas con mayor experiencia pueden aportar.
José Luis Morte – Director de RH Asesores Zaragoza