El pasado lunes día 6 de Abril, seguramente por aquello de coincidir con la Pascua de la Resurrección, el Gobierno nos anunció los últimos datos del paro.
Hasta el año pasado nuestros dirigentes nos los presentaban bajo la forma de negros nubarrones que no acababan de descargar la tormenta eléctrica que llevaban dentro, aunque a veces más que tormenta parecía un huracán devastador.
Ahora sin embargo nos los muestran como una nube amable y algodonosa que por efecto del sol, adquiere vivos colores dependiendo del Ministro, Director General o Consejero Autonómico que nos los comenta.
Al mirar detenidamente los datos del SEPE, hay algunos motivos de preocupación. El paro registrado en marzo disminuyó en 60.300 personas, básicamente, en los varones; pero aumentó en el grupo de edad de 16 a 24 años.
El número de contratos registrados aumentó en 214.825, de los que la mayoría son temporales y a tiempo completo en el caso de los varones, mientras que para las mujeres la mayor parte de los nuevos contratos además de temporales han sido a tiempo parcial.
Pero hay alguna cuestión derivada que sale de los datos, que a una parte del colectivo en búsqueda de empleo le preocupa. Me estoy refiriendo al colectivo de técnicos y profesionales con diferentes niveles de responsabilidad en los organigramas de las empresas y que no están viendo crecer sus empleos de la misma forma que parecen comportarse los puestos de la base de las organizaciones.
Parece una realidad, en la que más o menos podemos coincidir, que las empresas se han hecho más horizontales. Hay, por tanto, menos estructuras intermedias en las que posicionar los mandos que antes constituían el aceite lubricante de nuestras organizaciones.
Eran ellos los que dirigían los nuevos aprendizajes, supervisaban y corregían la ejecución de la tarea, motivaban a sus equipos hacia el logro de los objetivos y representaban, en definitiva, a la dirección de la empresa desde la proximidad que da el trato diario.
Durante la crisis económica muchos de estos cuadros, en función del ahorro de costes y por causa de la automatización de los procesos, han desaparecido. Lo importante era dirigir la estrategia y ejecutar el trabajo diario con la mano de obra directamente para sacar el producto adelante.
Esto, que ha podido ser válido hasta ahora, empieza a no serlo. Durante estos años, la motivación era intrínseca al puesto de trabajo: lo importante era tener trabajo y eso constituía una motivación indiscutible por hacerlo bien.
Pero, ¿qué pasará ahora? ¿Cómo puede funcionar la organización sin esos líderes intermedios que ya no están?. Va a activarse la demanda de profesionales para estos niveles?. Entiendo y espero que sí.
Es, bajo este pensamiento, sobre el que se puede fundamentar la esperanza. La macroeconomía se recupera y va llegando, poco a poco, a la microeconomía. El mercado de trabajo siempre empieza su recuperación contratando aquellos puestos que generan la producción.
Está a punto de iniciarse la incorporación de aquellos puestos estratégicos que son imprescindibles para que la organización progrese. Y esos puestos se refieren a los mandos intermedios que impulsan la empresa.
De ahí que a principios de mes, esperanza y …..expectativas.

José Luis Morte – Director de RH Asesores Zaragoza

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