Leo periódicos, escucho radio, veo en TV algún telediario y alguna tertulia de debate político y tengo que reconocer que no entiendo casi nada de lo que está pasando en España en estos momentos.

Por lo que a veces escucho, hay periodistas, que parece que ayudan a crear opinión, que tampoco lo deben entender cuando afirman que la marcha de la economía haría pensar que estamos mejor sin Gobierno. Bueno, les pondría el ejemplo del pollo sin cabeza, que corre mientras le dura la sangre pero que se estrella sin remisión de manera bastante rápida e inmisericorde.

El año 2016, que en lo económico está siendo bueno, por los datos que nos proporcionan los diferentes estudios e informes, está siendo calamitoso desde la perspectiva de liderazgo en el país. Al principio, en el mes de Enero, como había indicios de que superábamos los momentos más duros de la crisis, la ciudadanía contemplábamos los eventos políticos como las lógicas escaramuzas de posicionamiento ante unos resultados electorales ciertamente complejos.

Nos entretuvimos contemplando una situación de incertidumbre, nueva en España desde hace 75 años y que nos hacía hacer cábalas sobre el desenlace. Por eso, cuando nos anunciaron que nos convocaban a unas segundas elecciones, no nos sorprendió demasiado y como llegaba el buen tiempo y tuvieron a bien no machacarnos con cartelería y actos electorales ruidosos y de escaso contenido, volvimos a votar en familia, saludando a los vecinos, preguntando cuál podría ser el resultado, paseando en un día claro y soleado y depositando los votos para que alguien pusiera un poco de juicio en esta situación.

Salieron los resultados y los más optimistas pensamos que de una u otra manera se iban a entender y conseguiríamos aprovechar la ventana de oportunidad que, en el orden económico y social, se abriría una vez conseguido que aquellos a los que dábamos la responsabilidad de hacerlo, bien es verdad que porque ellos se habían presentado para asumirla, la liderasen de manera eficaz.

Los acontecimientos que se estaban produciendo a nivel global: Brexit en Inglaterra, terrorismo en países mediterráneos, incertidumbre en Italia, dudas en Francia, inversiones esperando aterrizar en España, etc. parecía que nos orientaban hacia ese escenario, al menos durante un par de años, tiempo suficiente para consolidar la mejora económica y social iniciada y que se plasmaría en un mayor dinamismo en el mercado laboral y en la esperanza que las personas en búsqueda de empleo empezaban a tener.

Pronto nos dimos cuenta que la situación volvía a verse compleja. Como estábamos a las puertas de las vacaciones veraniegas no parecía importar demasiado. Venían más turistas que nunca, los autóctonos viajábamos como en tiempos pretéritos ya lejanos, los bares de las ciudades cerraban como no lo hacían hace tiempo, por vacaciones, hasta el tiempo se comportaba bien lloviendo poco, aunque para el campo haya sido malo. Confiamos en Julio que, como decía la letra de una canción, creo que era de The Rocking Boys, “cuando llegue Septiembre todo será maravilloooooso”.

Y llega Septiembre y sigo, yo al menos, sin entender nada, pero ahora la seriedad sombría se va aposentando en el ambiente. Los periódicos no tienen demasiadas noticias de enjundia, los telediarios se recrean en cuestiones sin demasiada importancia, los tertulianos ya ni se pelean por imponer sus tesis, probablemente porque ya no saben cuáles defender tras sus análisis.

Tuvimos Eurocopa de Fútbol, Olimpiadas y Vacaciones. En la primera hicimos el ridículo por intentar vivir de rentas y nos mandaron pronto a casa; en las Olimpiadas nos sentimos bien viendo éxitos individuales y de equipo, y en ambos casos había líderes que lo hicieron posible; entrenadores en los que los Atletas confiaban o capitanes de equipo que aportaban entusiasmo, pero en todos los casos el interés y protagonismo de los Líderes pasaba a segundo plano, tanto que en algún caso ni conocemos quien era, en favor del equipo, grande o pequeño, aunque le pudiera suponer un cierto grado de sacrificio.

“Igualico” que lo que está pasando con los que quieren gobernarnos y que están consiguiendo que caigamos en una especie de melancolía rayana con el pasotismo y que tanto riesgo supone. Cada vez más me acuerdo del pollo sin cabeza que una vez de niño vi correr por la calle de mi pueblo, poco trozo eso sí. 

José Luis Morte – Director de RH Asesores Zaragoza

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