El otro día cuando corregía a mi hija de 12 años su dictado y le reprendía por la cantidad de haches inventadas, como hosea, y el de tildes agudas inexistentes, como razon, me contestó en el colmo de la condescendencia: “Mamá, ¡que ahora ya no hace falta saber escribir! ¡Que todo lo hace el corrector!” Y me miró desde su altura de niña que ha nacido tocando pantallas y le corre por las venas sangre digital.
¿Ah sí? ¿Todo lo hace el corrector? Buen inicio de debate.
Puede que muchos estéis de acuerdo con mi hija y penséis que no hace falta saber redactar, ¿para qué saber expresar una idea por escrito?, ¿para mejorar mi curriculum y venderme mejor?, ¿para subir un comentario más útil a redes?
Y para rematar… La semana pasada un alumno me lanzó una afirmación con más peso que un yunque: “Si no hay imagen yo no leo el texto. Una imagen vale más que mil palabras”.
Toda la clase asintió, yo incluida. En ese momento convocamos en nuestra memoria esas fotos que todos conocemos: fotos descarnadas de guerra, escafandra de espejo de hombre en la Luna, unos obreros columpiándose con su almuerzo en una viga en el vacío… Qué razón tenía.
Así que… ¿las imágenes sustituyen al texto?
¡Acoso al lenguaje escrito y próxima demolición! En breve los ordenadores redactarán solos con textos predictivos y autocorregidos y la imagen reinará sobre todos nosotros.
Alguien escribió que todos los libros estaban creados por unos monos que daban aleatoriamente teclas al ordenador y se iban formando las historias.
Quizá ese día no esté tan lejos pero por ahora vamos a centrarnos en algo que nos puede pasar hoy o mañana y sin tener la imaginación de Borges:
Contestar a un email de urgente de un cliente, disculpándonos por alguna pifia y arreglándolo de forma que no nos cancele su cuenta.
Enviar una carta de presentación a un trabajo, exaltando nuestras virtudes por encima de cualquier candidato.
Realizar los textos para una presentación para que no se queden dormidos mis clientes a mitad del Power Point
Redactar nuestro último comentario en redes con soltura e imaginación.
Publicar en mi blog un post que no dejen de leer en el primer párrafo.
Crear mi extracto en LinkedIn, de una vez por todas.
Redactar un curriculum que dé ganas de entrevistarme…
Y entonces nos ponemos frente al folio o pantalla en blanco y… no sabemos ni por donde empezar. ¿Qué palabras uso? ¿Qué tono? ¿Le va a quedar claro a mi cliente lo que yo quiero que le quede claro?
Seguro que el corrector me va a ayudar un montón… Seguro que sí…
Y quién habla del corrector, habla de cuando una aplicación me sugiere palabras clave, como por ejemplo LinkedIn. Podemos llenar nuestro extracto de tantas palabras clave como queramos, hasta que sea un párrafo tan lleno de ciber-significado que para un reclutador leerlo será como masticar cemento.
Justo el mismo cemento que el de otros candidatos al mismo puesto.
Entonces recordamos a mi alumno y diréis, vale, te lo compro, necesitamos saber redactar. Pero ¿y las imágenes?
Pues sigue siendo verdad y las redes sociales son la mejor muestra, en especial Instagram: una buena foto atrae nuestra atención, le damos a un me gusta y si tenemos un momento, leemos el texto.
Si somos nosotros los que publicamos y queremos vendernos es allí donde explicaremos porqué somos tan buena elección. La foto es el gancho pero es en el texto donde debemos aplicar nuestro filtro, y hacer que todo el mundo vea en la imagen lo que nosotros queremos que vean.
¿Publico un puente? Estoy en plena transformación profesional pero voy de camino y salvando obstáculos. ¿Un ordenador y bolis? Estoy trabajando a pleno rendimiento.
Las imágenes pueden significar lo que nosotros queramos, debemos darles el que nos conviene, crear nuestro propio filtro.
Pero para eso necesitamos de… las palabras.
Así que, ¿para qué renunciar a saber comunicar por escrito?
Igual es un poco pronto para darles el poder a los monos…
>Cristina Castejón Urquijo ~ www.cdecontar.com